Cosas que aprendí durante mi bloqueo escritoril

Cuando acabé de escribir mis dos últimas novelas (aún inéditas), caí en un bloqueo de escritor o bloqueo escritoril bastante profundo. Ambas fueron historias que me marcaron mucho, con personajes que se me metieron muy dentro y durante muchos meses pensé que no iba a poder volver a escribir nunca nada más.

Ha sido un proceso muy duro y desesperante, pero a día de hoy puedo afirmar que sí, que sigo siendo capaz de escribir. No sé si mejor o peor que antes, si lo que haga a partir de ahora será más o menos publicable o si gustará más o menos, pero vuelvo a escribir prácticamente a diario y estoy muy orgullosa de ello.

No tengo la «verdad absoluta» ni los tips con la fórmula milagrosa para superar el bloqueo escritoril (ojalá), pero quería compartir lo que yo he ido aprendiendo durante estos meses, por si alguien está pasando por lo mismo y sirve de ayuda.

Cosas que aprendí durante mi bloqueo escritoril

· Hay que aceptar el problema y no ofuscarse. Yo al principio me negaba a admitir que estaba bloqueada. Me sentaba cada día delante del ordenador y lo miraba sin conseguir escribir ni una frase con sentido. Esto solo conseguía desesperarme más, frustrarme y meterme en un círculo vicioso que dio como resultado que no quisiera escribir más.

· Concentrarse en otras cosas. Cuando entendí que, en ese momento, no podía escribir, empecé a buscar otras cosas con las que llenar el tiempo, cosas que me gustan mucho y que en muchos casos había dejado abandonadas sin razón aparente. Hacer puzles en tres dimensiones, patinar (ahora sobre hielo, antes sobre ruedas), experimentar con el Photoshop, pasear… Hay un montón de opciones, pero creo que es importante que en ningún caso estén relacionadas con la escritura porque es la única forma de conseguir desconectar y huir de la saturación.

· Alimentarse de ficción. Leer historias escritas por otras personas, ver series o películas, escuchar música prestando atención a lo que cuentan en la letra, ir al teatro, asistir a exposiciones… Todo esto no solo me ha enseñado otros modos de narrar o nuevas tipologías de personajes, sino que, en muchos casos, empezó a despertarme de nuevo el gusanillo del «yo también quiero crear una historia tan maravillosa como esta».

· Asistir a eventos literarios. Presentaciones de libros, encuentros con autores, festivales… En cualquiera de ellos, yo siempre intento aprender algo nuevo y, además, el ambiente que se crea alrededor suele ser muy motivador. En concreto, el Festival Celsius y el FestiLIJ de Tres Cantos me han ayudado mucho a querer retomar la rutina.

· Hablarlo con alguien. Comentar el problema, pedir consejos… No pasa nada por admitir que en un momento dado no nos van bien las cosas y es probable que decirlo en voz alta ayude, sobre todo porque permite verlo desde otra perspectiva. Este punto puede estar relacionado con el anterior o no. Obviamente, hablarlo con otro escritor o escritora puede ser de mucha ayuda, pero, del mismo modo, personas de fuera del mundillo pueden darnos una visión más apartada de la nuestra. Eso sí, por favor, los amigos/familiares que piensan que escribir es una pérdida de tiempo y que los escritores somos unos vagos no nos sirven, porque es muy probable que acaben por convencernos de que tienen razón y terminemos más hundidos que antes de empezar.

· Empezar con proyectos pequeños. Cuando por fin sentí que volvía a tener ganas (y necesidad) de escribir, opté por ser prudente. No me atrevía a enfrentarme directamente a la novela que había dejado tirada a medias, porque tenía miedo de provocar el efecto contrario y volver atrás. Así que decidí dedicarme a proyectos menos exigentes: escribir relatos cortos o entradas para el blog, trabajar en la planificación de otro proyecto, adelantar trabajo de documentación…

· Compartir los progresos. Puede parecer una tontería, pero a veces el simple hecho de decir las cosas en voz alta ayuda a que se vuelvan más reales, a que nos las creamos más. Sé muy bien por experiencia propia que hablar de una misma a veces resulta muy difícil, entre otras cosas por temor a parecer egoísta, pero he aprendido que en ciertas ocasiones nos lo tenemos que permitir. Soy realista y ni siquiera espero que me respondan un montón de personas dándome palmaditas en la espalda, pero solo lanzar el mensaje al limbo de las redes sociales me ayudaba a querer volver a avanzar al día siguiente.

· Ponerse metas. Con el proyecto actual he confirmado que trabajo mucho mejor bajo presión. Cuando comencé a escribir Proyecto Zarevna, iba a un ritmo muy saleroso porque tenía una fecha de entrega más o menos establecida. Sabía que tenía que tenerla acabada para después de verano y así iba a ser. Luego las cosas se torcieron, la fecha se cayó y con ella mi motivación. Por eso, cuando retomé la escritura, decidí ponerme mis propia «fechas de entrega». Y de momento lo estoy cumpliendo. Había marcado en el calendario que en febrero tenía que tener terminada la segunda parte de uno de los personajes y ayer escribí el último capítulo de ese bloque. ¡Y no sabéis lo bien que sienta!

Y eso es todo. Espero que os haya servido de algo. Sobre todo, si estáis pasando por un bloqueo, no os desesperéis. Se sale. Tarde o temprano se sale, porque no podemos vivir sin escribir y al final el instinto de supervivencia nos saca a flote.

Si tenéis algún truco que a vosotros os haya funcionado, os invito a que lo compartáis en los comentarios.

¡Muchas gracias por leer!

Esta entrada tiene un comentario

  1. Alidanirai

    ¡¡Pero qué grande eres, Inés!!
    Tu instinto de supervivencia te llevará a lograr tus objetivos, ¡seguro!
    Pasito a pasito se va haciendo el caminito… sin prisa, pero sin pausa… a tu ritmo.
    Muchos besos.

Deja una respuesta