
¿No os parece que este primer mes de 2025 ha durado como cinco años? ¡Se me ha hecho larguísimo! ¡Eterno! ¡Parecía que no iba a terminar nunca! Por suerte, he contado con un puñado de buenas lecturas que me han ayudado a sobrellevarlo un poco mejor. Y justo de eso vengo a hablar hoy: de tres libros de literatura infantil y juvenil con los que la cuesta de enero se me ha hecho un poco menos empinada.
Las malas películas de Pedro Ramos
Alfonso es profesor interino y este curso, justo cuando acaba de separarse de su pareja, le ha tocado dar clase en un instituto de su antiguo barrio.
Ese barrio en el que creció y que entre sus calles guarda recuerdos que quizá sería mejor olvidar.
Marcos es uno de sus nuevos alumnos. Un chico con fama de conflictivo, pero con una situación familiar muy dura que nadie parece interesado en conocer.
Nadie, salvo Alfonso.

Quizá porque el profesor ve en su alumno un reflejo de su propia adolescencia.
A través de los libros, la literatura, la música y la escritura, Alfonso y Marcos crearán un vínculo nada sencillo, pero muy poderoso, gracias al que uno encontrará el camino que seguir y el otro se reconciliará un poco con su propia existencia.
Las malas películas es una novela juvenil corta, sencilla y muy compleja al mismo tiempo
Escrita con capítulos muy cortos y con un estilo muy ágil, Pedro Ramos nos muestra una realidad cruda, una situación de maltrato, ambientada en uno de esos barrios menos privilegiados, en los que el día a día se convierte en una lucha y las desigualdades son más perceptibles que en otros lugares.
La historia no sigue una estructura temporal lineal al uso. Aunque la trama principal sí que discurre a lo largo del curso escolar, vamos encontrando fragmentos de otros momentos, de un pasado cercano y de otro un poco más lejano, para conocer el contexto de los dos protagonistas, descubriendo las similitudes entre ellos, pero también las diferencias y todos los sucesos que han construido su personalidad y la realidad en la que se encuentran en el momento presente.
Y, aunque la historia es dura, el mensaje es optimista, pues muestra que se puede encontrar ayuda en los lugares más inesperados.
También habla del poder sanador del amor y hace un precioso homenaje a la literatura como lugar de refugio, de sentirnos entendidos… y a la escritura como herramienta de expresión.
Las malas películas fue una lectura sencilla y poderosa, dura y reconfortante, agridulce, que destroza un poco el corazón para al final dejar un sentimiento de esperanza.
Edita Edebé.
Cuando se apagan las luces de Care Santos
Rosario es profesora y una de las monitoras que acompañan a los alumnos de 2° de bachillerato artístico en su viaje de estudios.
Parecía un viaje sencillo a Madrid. Ya lo habían hecho otros años. Estaba todo planeado: hotel reservado, entradas a museos compradas, excursiones programadas… Y los estudiantes ya son lo bastante mayores como para saber comportarse. No tiene por qué haber ninguna complicación.
Sin embargo, una parada inesperada en una gasolinera en mitad de la noche lo cambia todo.
Allí se encuentran con Daniel, un alumno de otro instituto que se ha quedado tirado mientras estaba en el servicio. Por supuesto, ni se plantean abandonarlo allí de nuevo. Hace frío, es de noche, la gasolinera está desierta… Así que deciden llevarlo con ellos, con intención de avisar a sus profesores y devolverlo con su grupo lo antes posible.

Pero, como digo, este gesto de empatía cambia todos los planes.
Y nosotros, los lectores, conocemos a Eva, una nueva narradora, que nos lleva de viaje hacia el pasado, hacia una historia que nadie se había atrevido a contar todavía en voz alta.
El inicio de Cuando se apagan las luces es engañoso.
Parece que Care Santos nos está ofreciendo una novela de misterio, oscura, un tanto tenebrosa e incluso con toques sobrenaturales….
Y bueno… de algún modo sí que nos encontramos un poco de todos esos ingredientes, pero de un modo totalmente inesperado. Porque la historia que se nos cuenta acaba siendo totalmente distinta, aunque igualmente sombría y triste.
No quiero contar más de la trama, porque creo que desvelar más le quitaría buena parte de la intensidad que tiene esta lectura. Y justo ese es uno de los puntos más fuertes de este libro, lo intenso que es, el modo en el que atrapa al lector para no soltarle hasta el final.
Cuando se apagan las luces es una novela corta, estructurada como su fuera un puzle del que vamos recibiendo las piezas poco a poco, sin un orden concreto, hasta que al final disponemos de todas las necesarias para ver el paisaje completo y entender así el contexto en que se han desarrollado los personajes.
Además, la música tiene muchísima importancia dentro de la trama, cosa que amo, la verdad. Personalmente, no conocía la mayoría de las canciones porque son antiguas, pero, para solucionarlo, al final del libro se incluye una lista con la banda sonora para poder buscarlas en Spotify tranquilamente.
Como digo, fue una lectura intensa, que me enganchó de principio a fin. Y reconozco que me ha gustado mucho que Edebé haya publicado este libro. Es algo que echaba en falta en su catálogo y creo que supone otro paso adelante muy importante hacia una diversidad más amplia en la literatura infantil y juvenil.
Academia para Príncipes Desencantados de Eva Escudero
En el reino de Transvulcania solo quedan cuatro princesas.
Y a los reyes de Dragonario no les salen las cuentas.
Cuatro princesas para siete príncipes.
No, definitivamente no salen las cuentas.
Y menos, teniendo en cuenta que una de ellas es la sobrina de los reyes de Dragonaria.
O sea que, en realidad, son tres.
UNA. DOS. TRES.
Y, si ninguna elige a su Antonio como futuro marido, la continuidad del trono Brasas llegará a su fin.
¡Deben tomar medidas! ¡Cuanto antes!
Así es como Antonio Brasas comienza su formación en la Academia para Príncipes Desencantados o APPD. Allí, junto a los príncipes herederos del resto de territorios de la isla, deberá superar una serie de pruebas para demostrar a las princesas que tiene todo eso que ellas buscan en un compañero.

Pero… ¿qué es lo que buscan?
Estaría muy bien saberlo.
Porque ahora las princesa son muy selectivas. Ya no les van esos rollos principescos del pasado.
Y a Antonio Brasas, de momento, le importa bien poco eso de reinar. No está listo. Lo que de verdad quiere es disfrutar de ser un niño. ¡Ya habrá tiempo para matrimonios y tronos cuando crezca!
Así que se esforzará. ¡MUCHÍSIMO! Por hacer todo lo contrario de lo que cree que esperan de él.
Lo que pasa es que, cuando no sabes muy bien qué es lo que esperan de ti, es complicado que las cosas resulten como tenías planeado…
Academia Para Príncipes Desencantados de Eva Escudero es una novela infantil (recomendada a partir de 10 años) aparentemente sencilla, pero que guarda un montón de mensajes entre líneas (y entre risas).
Dando la vuelta a los roles tradicionales de los cuentos clásicos, nos habla de feminismo (Antonio Brasas es el mejor aliado, aunque él ni lo sabe), de los peligros de obsesionarse con el físico y con el postureo, de la importancia de estar realmente presentes en los pequeños momentos del día a día (y permitirnos disfrutarlos), de ecologismo, de compañerismo… ¡es que hay tanto y todo tan real!
El estilo me ha parecido de lo más inteligente, porque la autora se sirve del humor como herramienta narrativa que permite mostrar todo esto sin caer en ningún momento en un tono de sermón. ¡Es un libro divertidísimo!
La estructura sigue el avance del curso en la Academia. En cada capítulo vemos a los príncipes prepararse y enfrentarse a las distintas pruebas (la del baile ha sido mi favorita) ante la atenta mirada de las princesas, que al final valorarán a los participantes.
Y el protagonista es maravilloso. Tan torpe, bueno y adorable. Es imposible no cogerle cariño e incluso sentirse un poco identificada con él en algunos momentos.
Para rematar la divertida experiencia de lectura, el libro trae ilustraciones en blanco y negro de Mar Villar, en las que podemos ver a los personajes en todo su esplendor.
Edita Anaya.