Nuevo año, nueva temporada de reseñas. Y como, además, uno de mis propósitos para 2024 es leer los libros que tengo pendientes en casa, he aprovechado para comenzar a cumplirlo con esta primera reseña. Los niños del muelle de Mónica Rodríguez fue una recomendación de mi librera de confianza. Lo tenía aquí desde hace casi un año y por fin he podido dedicarle el tiempo que merecía. ¡Y menudo viaje!
¿Quiénes son Los niños del muelle?
Pues justo eso es lo que va a descubrir y experimentar en sus propias carnes Rodrigo, el protagonista de esta novela de Mónica Rodríguez.
Rodrigo acaba de empezar las vacaciones junto a sus padres. Han viajado a Santander, con intención de conocer la ciudad y, siguiendo las indicaciones de la guía turística de su padre, aprender un poco de la historia de algunos de sus lugares más emblemáticos.
Pero Rodrigo no está por la labor de disfrutar del viaje, ni de aprender nada sobre edificios, jardines ni nada que se le parezca. Está aburrido, apático y amargado. Todo el parece mal, desde el hotel hasta la comida. Se cansa de andar y se comporta de forma maleducada con las personas que se cruzan en su camino.
Cuando llegan al puerto, se topan con cuatro estatuas de bronce que representan cuatro niños desnudos que vigilan el mar. A Rodrigo le llaman mucho la atención y su padre le explica que son raqueros, niños huérfanos que malvivían allí años atrás.
A pesar de lo trágico de la historia, a Rodrigo le hace mucha gracia el hecho de que estén desnudos. Se ríe. Igual que se ha burlado de otras cosas en muchas ocasiones.
Pero esta vez todo es diferente. Algo ocurre. Alguien aparece en su vida.
Y de repente se encuentra en el Santander de 1906, solo, desorientado, si nadie que le solucione los problemas ni le dé las cosas hechas, lejos de su tiempo, de las comodidades que siempre ha tenido… experimentando las dificultades de un estilo de vida durísimo.
Así que Rodrigo tendrá que aprender a cuidar de sí mismo, al mismo tiempo que va descubriendo valores como la empatía o la generosidad.
Esto es lo que más me ha gustado de Los niños del muelle:
Cuando empiezo a leer una novela de Mónica Rodríguez ya voy con la garantía de que me voy a encontrar una prosa cuidada y, seguramente, una historia intensa. Y de nuevo se ha cumplido.
Viaje en el tiempo
¿A quién no le gusta un buen viaje en el tiempo? A mí es un ingrediente que me suele gustar bastante tanto en libros como en películas (si está bien hecho, claro). Y en este caso tiene el añadido de que la historia está ambientada en una ciudad que he visitado varias veces. Me ha parecido muy interesante ver el contraste entre el Santander que conozco y el Santander de principios del siglo XX. No solo en cuanto a paisaje, sino a realidad social.
El modo de narrar y la ambientación
Si algo tienen en común la mayoría de las novelas de Mónica Rodríguez que he leído es que las historias (por muy crudas que sean) no está dulcificadas. Considero que esta autora es muy valiente, pues profundiza en las realidades que está tratando, mostrándolas tal y como son (o eran), sin rodeos y sin eufemismos.
Reconozco que no ha sido una de esas lecturas amables que se leen alegremente y con facilidad. En algunos momentos me ha incomodado y me ha hecho sentir mucho desasosiego. Y quizá por eso me ha cautivado tantísimo, porque he podido percibir la historia como totalmente real, creíble y muy bien documentada.
Viajar junto a Rodrigo al pasado de nuestro país y poder ir descubriendo todas esas realidades tan difíciles al mismo tiempo que él ha sido fascinante. Sobre todo porque el estilo narrativo de la autora consiguió hacerme sentir el ambiente cargado y tenso, el sentimiento de alerta permanente, el frío, la angustia… e incluso llegar a percibir los olores que envuelven la trama.
Y para añadir aún más realismo a todo esto, los personajes utilizan un argot propio de la época y de la falta de alfabetización.
Aparte de eso, el ritmo de la historia es superágil y engancha, pues cuando acababa un capítulo quería seguir para saber qué le iba a ocurrir a Rodrigo y al resto de los niños a continuación.
Los personajes y la evolución del protagonista
Rodrigo comienza el libro siendo un niño caprichoso, egoísta, pasota y maleducado. Y por supuesto, lo sigue siendo durante un tiempo incluso cuando ya ha viajado al pasado. El cambio en él no es rápido ni radical, sino que va evolucionando poco a poco, primero por puro instinto de supervivencia, pero más tarde porque a través de su relación con el resto de los personajes, va descubriendo valores que antes no conocía o que no se había planteado practicar porque pensaba que a él no le hacían falta, acomodado como estaba en una vida de caprichos y facilidades.
El grupo de raqueros con los que convive Rodrigo me ha parecido que está muy bien caracterizado, pues a pesar de que en un principio puede parecer que son todos niños iguales, la realidad es que, aunque sus circunstancias son parecidas, cada uno de ellos tiene su propia personalidad, su propio modo de abordar cada situación y una historia diferente a sus espaldas. Son personajes muy complejos, a los que vamos conociendo poco a poco a través de sus acciones incluso más que a través de sus palabras.
En pocas palabras…
Los niños del muelle ha sido una lectura intensa y emotiva, que narra una realidad cruda, pero que resulta interesante conocer. Un viaje en el tiempo, pero también por el interior de un protagonista que se ve obligado a revisar su modo de vida mientras aprende lo que es la empatía, la generosidad y la camaradería.