Me habían dicho que La casa de los dragones me iba a encantar como lectora y me iba a enseñar mucho como escritora de literatura middle grade.
Pues sí. Todo verdad.
Pero además ha sido una lectura muy especial, que me ha hecho sentir muchas cosas, ya desde el momento de comprarla y traérmela firmada de la Feria del Libro, y que incluso, tal vez, ha conseguido que me emocione un poquito en los capítulos finales.
Si eres amante de los libros o escritore o las dos cosas, no te la puedes perder.
¿Qué hay dentro de La casa de los dragones?
Marcos es un lector superfan de la trilogía Carreras de dragones. Se ha releído los dos primeros tomos tropecientas veces. Se sabe de memoria algunos trozos, ha hecho dibujos de varias escenas, conoce al dedillo a los protagonistas… y está deseando que salga el tercer libro para descubrir de una vez por todas cómo termina la historia.
El problema es que lleva esperando demasiado tiempo. Y ya no puede más.
Así que tiene un plan. Es posible que se meta en un lío por ello. Pero es que es absolutamente necesario que lleve a cabo tan importante misión: localizar a J.T. Lekunberri y preguntarle cuándo tiene pensado lanzar el final de la trilogía.
Así es como Marcos llega a la casa de los dragones. Y allí es dónde descubre que J.T. Lekumberri no es, en absoluto, como él se imaginaba. Lo que se encuentra el niño es una persona apática, atrapada entre sombras y humo de cigarro. Y lo peor de todo es que ni siquiera tiene intención de escribir el final de Carreras de dragones. Nunca.
Sin embargo, como ya sabemos por aquí, los buenos lectores jamás se rinden.
Así que Marcos se convertirá en un adorable y valiente metomentodo que luchará contra todo tipo de peligros para acompañar a Lekunberri en una fantástica aventura a través de sus peores monstruos.
¿Conseguirán rescatar a los personajes de la trilogía del misterioso Señor de las Tinieblas?
¿Por qué me ha gustado?
Porque es una novela de personajes
El peso narrativo de La casa de los dragones recae casi por completo en los personajes, en los dos protagonistas. Son los dos personajes complejos, con capas y con sus historias de fondo. Y lo que los ha convertido en especiales para mí es que me he visto reflejada en ambos, por lo que he podido empatizar perfectamente con ellos.
Por un lado tenemos a Marcos, un apasionado lector. Es un niño que no termina de encajar en el cole, que pasa mucho tiempo solo y que ya ha sentido todo lo que un libro puede significar para alguien. Sabe que los personajes pueden salir del papel para hacerte compañía, que las páginas pueden convertirse en el mejor refugio y que la imaginación a veces es el mejor medio de transporte. Para él, la trilogía de Carreras de dragones es mucho más que una saga de libros, independientemente de que el resto del mundo lo entienda o no.
Por otro lado está J.T. Lekunberri, que nos muestra la parte menos bonita de dedicarte a la literatura. Lekunberri es una persona atrapada en su propia historia, en su propia vida, que ya no sabe cómo lidiar con el dolor, con la frustración. Que se ha perdido entre las sombras.
Los dos juntos nos muestran el poder sanador de la amistad, de la imaginación, de hacer lo que te apasiona y de las historias.
Por los temas que trata
Aparte del evidente homenaje que Pablo C. Reyna hace a la literatura, a las historias y a la fantasía en esta novela, a través del personaje de J.T. Lekunberri, aborda el tema de la depresión. Pero no lo hace de cualquier manera. Ni siquiera la nombra en ningún momento, sino que se sirve de metáforas, de la fantasía misma, para plasmar con lo que tiene que lidiar una persona que padece depresión, de un modo poético, pero sin romantizarla ni quitarle ni un ápice de gravedad al tema.
También menciona el peso de las expectativas y la repercusión que puede tener una crítica destructiva o un ataque disfrazado de «broma». Y visto como está el tema de las redes sociales, nunca está de más recordarlo.
Por el estilo narrativo
Como decía, el autor utiliza un estilo poético para abordar la parte más compleja de la trama, pero también nos transporta a un mundo de fantasía lleno de sorpresas y no se olvida de los toques de humor a los que nos tiene acostumbrados en sus otros libros.
Me gusta mucho el estilo de Pablo C. Reyna porque cada vez que leo algo suyo me da la sensación de que hemos crecido con las mismas influencias en ficción, aparte de la más evidente. Me resulta imposible no encontrar alguna referencia salpicada por ahí, que me hace sonreír y sentir el libro un poco como un hogar de papel.
La casa de los dragones me ha parecido una historia preciosa, entretenida, emocionante y con toques divertidos. Un homenaje al poder de las historias, con un gran trasfondo camuflado entre líneas.