«Un verano en Portugal» de Pablo Gutiérrez

Reseña de Un verano en Portugal

No sé cómo lo consigue Pablo Gutiérrez, pero con Un verano en Portugal me ha vuelto a ocurrir lo mismo que ya me pasó cuando leí El síndrome de Bergerac: he vuelto a la adolescencia y he visto reflejada en la historia a mi yo de aquella época, a pesar de los años que ya han pasado desde entonces.

¿De qué trata Un verano en Portugal?

Es el último verano antes de dar el salto del colegio al instituto y Manu está preparado para disfrutarlo a tope. Lo tiene todo organizado: pasará quince días en el campus de baloncesto, con sus compañeros de equipo y… también con Violeta. ¡Va a ser genial!

Pero resulta que sus padres tienen otros planes.

Han alquilado una casita en Praia Vermelha para que toda la familia pase dieciocho días en la costa portuguesa, respirando aire limpio y disfrutando del mar.

Por supuesto, Manu se enfada y se frustra. Pero no le queda más remedio que ir porque, cuando tienes doce años (casi trece) hay decisiones que no puedes tomar por tu cuenta.

Sin embargo, las pesimistas perspectivas de Manu respecto a las vacaciones cambiarán de forma radical cuando conozca a Joel, la hija de los vecinos de la casita de al lado.

Junto a Joel, descubrirá un nuevo tipo de amistad, probará nuevos hobbies, vivirá algunas intensas aventuras y comenzará a explorar los primeros límites de libertad que asoman junto a esa frontera tan difusa que separa la infancia y la adultez.

¿Por qué me ha gustado esta novela?

Un verano en Portugal de Pablo Gutiérrez

Un verano en Portugal es una novela coming-of-age, en la que el protagonista camina por encima de esa cuerda floja que es el paso de ser un niño, a iniciar el camino hacia ser un adulto. O, más bien, Manu camina con un pie a cada lado de esa frontera invisible.

Cuando conoce a Joel, ya no le sirve compartir los mismos límites que rigen la vida de su hermana pequeña, pero al mismo tiempo sigue necesitando el núcleo familiar para sentirse seguro cuando las dudas o los miedos le asaltan y necesita ayuda para gestionarlos.

Además, Joel es un par de años más mayor que él, por lo que Manu se encuentra todo el tiempo en ese tira y afloja de querer parecer más maduro delante de ella, retándose a sí mismo a vivir experiencias nuevas, mientras rechaza hacerse mayor y dejar atrás ciertas cosas que han formado parte de su vida hasta el momento.

Todo esto me ha hecho recordar mi adolescencia, pues fuera del entorno del colegio siempre solía ir con gente un poco más mayor que yo y he podido ver en Manu esa indecisión entre querer crecer más rápido para alcanzarlos y al mismo tiempo sentir la incertidumbre por lo que vendrá después.

Por los personajes secundarios

Aunque suele ser común en la literatura juvenil que los padres de los protagonistas desaparezcan o incluso jueguen un papel de antagonistas, en el caso de Un verano en Portugal, nuestro protagonista está rodeado por una familia que, cada uno desde su punto de vista, le ayuda a lidiar con esta etapa de cambios que está empezando a vivir.

Es verdad que los padres de Manu, en principio, le chafan el verano. Pero, al mismo tiempo que su opinión sobre las vacaciones va cambiando, nosotros como lectores vamos teniendo la oportunidad de conocer un poco mejor a su familia y la relación tan positiva que el chico tiene con ellos.

Quizá no siempre aciertan con sus decisiones, tal vez no siempre le dicen lo que Manu quiere oír, a veces incluso son un rollazo, pero al final demuestran que, cada uno a su manera, en todo momento están ahí para él.

Lo que más me ha gustado de esto es que cada miembro de la familia tiene su propio modo de hablar con Manu y ayudarle a entender lo que le está ocurriendo por dentro.

Su padre, utilizando alegorías filosóficas y de la mitología griega. ¡Siempre tiene algún dato o pasaje con el que comparar cualquier suceso que ocurra en sus vidas!

Su madre, desde una perspectiva que mezcla la lógica con una parte más emocional, pues es consciente de que su hijo ya no es un niño pequeño, pero tampoco es un adulto y lo que necesita es que le acompañe en ese proceso.

Y Nora, su hermanita pequeña, demostrando que, aunque al crecer vamos adquiriendo un modo de razonar mucho más lógico, es bueno no abandonar nunca del todo ese pensamiento mágico que nos acompaña durante los primeros años de vida.

De todos ellos aprende Manu muchas cosas. Como también lo hace de Joel y de algunos de los habitantes del pueblo que conoce durante los días que pasa allí.

Por el estilo narrativo

La novela está narrada en primera persona por Manu. Gracias a esto, resulta muy fácil empatizar con él y comprender ese viaje que está realizando en su interior. Un viaje que está lleno de dudas, de miedos, de expectativas y de retos. Escuchamos a Manu plantearse preguntas a sí mismo en silencio, lamentarse cuando es consciente de que ha metido la pata, quejarse cuando siente que no están siendo justos con él o mostrarse satisfecho cuando se da cuenta de las cosas buenas que tiene.

El estilo con el que narra es perfectamente creíble, cercano, actual y muestra de Manu muchísimas cosas, en especial esos restos de ingenuidad que todavía conserva.

Aparte de esto, ya he dicho antes que el libro me ha hecho recordar mi adolescencia y creo que justo ese es uno de los aspectos más especiales que tiene la pluma de Pablo Gutiérrez, que consigue conectar de igual manera con los lectores que ahora están viviendo esa etapa y con los que ya la pasamos hace tiempo, pero de alguna manera somos capaces de transportarnos de nuevo allí a través de sus textos.

También hay muchos diálogos, mediante los que conocemos al resto de personajes y apreciamos todo lo que os contaba de ellos en el apartado anterior.

En resumen…

Un verano en Portugal ha sido una novela con una trama aparentemente sencilla, que ahonda en esa etapa de cambios y incertidumbres que es el inicio de la adolescencia, a través de los ojos de un protagonista que se debate entre las ganas de ser mayor y el rechazo a enfrentarse a algunos de los aspectos que trae consigo la adultez, mientras vive el que quizá está siendo el verano más intenso de su vida.

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